Por malos que hayan sido los tiempos, no han podido apagar nunca los corazones: ni siquiera el amor de las mujeres. Así que no podrán apagar mi deseo de ti, ni esa pequeña llama que existe entre tu y yo. Estaremos juntos el año que viene. Y aunque estoy asustado, creo en tí y en mi. Eduardo veía que su vida era un palimpsesto, para él ahora lo único que había de positivo en el mundo era ella; sólo la tenía a ella. Leía a D.H Lawrence y veía que ese era el camino; comprendíó que su insoportable carga debía dar paso a la verdadera vivencia del amor. La ternura se apoderaba de su pluma aquella noche de diciembre mientras escuchaba The Woman I love en la BBC y pensó que el discurso estaba listo para mañana.
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